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“Evolucionar como sociedad es la tendencia a una vida comunitaria saludable donde los más fuertes contribuyen voluntariamente con los que más lo necesitan.”

Septiembre de 2014. Era de noche y lloviznaba. Me esperaba un viaje de 9 horas desde Kota Bharu hasta Kuala Lumpur, la capital de Malasya. El ómnibus estaba con el motor en marcha, pero aún no partía. Yo sentado en el primer asiento del piso de arriba, justo en frente del parabrisas, con vista a la ciudad. Tenía las piernas extendidas, apoyadas sobre una baranda. Me sentía muy a gusto, estaba fresco por el aire acondicionado y recién volvía de unas islas muy bonitas, las Perhentians, sobre la costa este de Malasya. Meses antes había trabajado en Australia y con ello recorrido los 5 continentes. Relajado sobre el asiento extendido, recordando todo lo vivido en 3 años de viaje, pensaba en hacerme mi primer tatuaje, grabar para siempre dicha travesía.

Imaginaba los lugares más increíbles que había visitado en cada continente: cascadas, templos, montañas, ríos, quebradas, desiertos, castillos, ciudades, lagos, catedrales, fuertes, pirámides, jardines, volcanes. Eran demasiados. No quería un tatuaje tan grande. Pensaba en algo más pequeño, que resumiera mi mayor aprendizaje del viaje.

Las villas africanas. Si hay algo que disfrutaba mucho era caminar por las villas africanas. Un montón de casitas muy simples dispersas sin cercos ni rejas, las calles  de tierra o arena, llenas de niños jugando por todos lados. Caminaba y veía familias comiendo, otros lavando la ropa, mujeres amamantando, otras cocinando, algunas durmiendo la siesta a la sombra, vendedores ambulantes, gente yendo de aquí para allá sin pedir permiso, saludándose, como si todo fuera de todos. 

Eso era, la vida en comunidad. Caminar sabiendo que éramos parte. Jamás se me pasó por la cabeza que alguien me iba a robar o hacer cualquier tipo de daño, todo lo contrario, me acercaba y me invitaban a comer, a charlar, a compartir. No había ningún tipo de presión. El tiempo no valía oro.

En Europa era diferente, ya habían pasado por eso. A los 18 años los jóvenes se independizaban de sus padres. Ya no los necesitaban más, con cualquier trabajo se podían mantener solos. Sus padres tampoco necesitaban de ellos, más adelante cobrarían su pensión. En las villas africanas, en cambio, las familias eran bien numerosas, trabajaban y vivían juntos. Los hijos tiene la responsabilidad de cuidar a sus padres cuando envejezcan. Mientras que en los países más ricos los mandan al geriátrico, pagan a un cuidador o compran una mascota para que los acompañe.

Comparaba el inicio de la civilización con las civilizaciones modernas. Al principio teníamos tan poco que no había otra opción que compartir. Si gastábamos dinero en construir un muro nos quedábamos sin dinero para comer. El  ladron no existía, ¿qué iba a robar?. A medida que ganamos más, nos volvemos más independientes. Acumulamos más cosas que tenemos que guardar, proteger. Nos empiezan a dividir y tomar control de nosotros. Se agudiza la envidia y la desconfianza, sentimientos de los más destructores que se potencian a mayor desigualdad. Por otro lado tenemos acceso a más facilidades, mejor infraestructura, sanidad, que contribuyen a más años de vida. 

Mientras unos mueren de pobreza, otros mueren de estrés y soledad. 

Entonces, me pregunté: ¿cuál es el próximo paso de la evolución?

Agustín Stagnaro